Gracias Laporta por ser un buen presidente y, además, por parecerlo : Desde la red

30 agosto 2006

Gracias Laporta por ser un buen presidente y, además, por parecerlo

Si nos fijamos en los resultados, fríos y objetivos, el mandato de Joan Laporta al frente del FC Barcelona se podría calificar de éxito roundo. Se encontró un club enfermo y segundón y, al frente de una directiva joven, ha conseguido unir al barcelonismo, sanear económicamente el club y devolverlo a la senda del triunfo. Pero el éxito de Laporta no ha sido sólo de resultados, ha sido también el éxito de las formas.

Desde que el culé moderno tiene memoria, desde los orígenes de Núñez hasta hace bien poco, el perfil del presidente del Barça era un perfil gris. Un hombre de negocios de buena familia con aires despóticos y poca verborrea. Un tipo inteligente, sí, pero poco hábil con los medios, amigo del amiguismo, con facilidad para mentir y un tanto ególatra. Un perfil que conectaba poco o nada con la masa de barcelonistas que lo aceptaban con resignación democrática.

La esperanza del aficionado era que la buena gestión en los despachos llevara a un buen desarrollo deportivo y, como fin último, éxitos. Siendo así, no importaba si el presidente era gris o verde, si sabía hablar o no. Esto fue lo que salvó a Núñez en el último tramo de su larga presidencia, la fama de 'gran profesional'. A Gaspart ni eso.

Por eso la llegada de Laporta es más que un cambio de ciclo, más que el éxito de los resultados. Laporta es un cambio de aires. El presidente del Barça, con sus desaciertos (que los hay), es un tipo que sabe hablar, que tiene unos valores claros y sabe transmitirlos con coherencia, una cara afable que gusta a la cámara, un hombre educado que sabe administrar las dosis justas de simpatía e inteligencia para llegar a la gente con una imagen traslúcida y amable.

Ni Núñez ni Gaspart consiguieron eso nunca. El primero parecía un niño grande metido a entrenador. El segundo, una especie de ultra descerebrado cuyo rostro parecía el peor enemigo de la cámara. Y ambos, como si hubieran ido a la misma escuela, despertando siempre recelos. Laporta, con sus aciertos y sus errores, supone una ruptura con ese perfil de presidente, una ruptura con ese pasado. Laporta no sólo es buen presidente sino que además lo parece.

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