Fauna culé (V): El viajero (culé)Fauna culé (IV): El bebéFauna culé (III): El animalPastel de fútbolGracias Laporta por ser un buen presidente y, además, por parecerloFauna culé (II): El pesimistaFauna culé (I): El tribunero gritón : Desde la red

31 agosto 2006

Fauna culé (V): El viajero (culé)

Si bien es cierto que hay que ser siempre fiel a los colores, hay aficionados que llevan esa máxima al extremo. Un buen ejemplo de ello es el 'culé viajero', ese que aprovecha sus vacaciones para hacer turismo y, de paso, hacer un poco de proselitismo blaugrana.

Un claro exponente de este estereotipo lo tenemos en la foto de al lado. Un culé estándar viaja al África negra, se coloca un gorro típico de la zona y se hace una foto con un lugareño al tiempo que le obliga a sujetar juntos una bufanda del Barça.

A estos aficionados les satisface mucho entablar relaciones con otras culturas cuando viajan utilizando como vínculo el Barça. '- Ronaldinho, Ronaldinho...', puede ser una frase puente, un punto de partido a una amistad duradera y fiel con alguien que vive a miles de kilómetros del Camp Nou.

Al viajero culé también le gusta fotografiarse con motivos blaugranas en situaciones y escenarios pintorescos. Es una especie de reafirmación de su barcelonismo, un ritual para la historia y un trofeo digno de ser enseñado.

Este tipo de aficionado es muy observador y cuando viaja está siempre atento a los símbolos y a las señales que le recuerdan al club de sus amores por lo que no es extraño que acaben encontrando los más inverosímiles signos de barcelonismo allá por donde pasen.

30 agosto 2006

Fauna culé (IV): El bebé

Aunque hace años que vivo y trabajo en el entorno culé, hay cosas que a uno nunca le dejan de sorprender. Como por ejemplo la tradición de bautizar en el barcelonismo a los recién nacidos apenas llegan a este mundo convirtiéndolos en otro exponente de la fauna: el 'aficionado bebé'.

El aficionado bebé tiene innegables paralelismos con el 'aficionado animal'. Incapaz de valerse por sí mismo y asimilando el cambio de estado de la placenta al mundo exterior, ve como el padre o el abuelo culé aprovecha esos momentos de confusion para colocarle todo el merchandaising que el hombre tiene a mano mientras proclama a voz en grito: 'Fulanito/a ya es culé'.

Obviamente, el ser que acaba de nacer y que apenas está aprendiendo a respirar no entiende nada y se deja hacer a la espera de que se le pase el ataque al culé. En muchos casos -conozco uno muy de cerca- el bebé cuando se hace adulto acaba detestando el fútbol y lo último que quiere saber los domingos por la tarde es cómo ha quedado el Barça.

Fauna culé (III): El animal

No podía faltar en esta colección de fauna culé el aficionado animal. Un aficionado que combina su pasión por el Barça con el amor por las mascotas.

El aficionado animal suele tener un perro o un gato que, en su infinita paciencia, se deja hacer de todo con tal de satisfacer a su amo. Y entre este 'de todo', lógicamente, entra dejarse vestir, pintar, tatuar con motivos azulgranas varios (ver foto).

El aficionado animal es inofensivo y resulta hasta pintoresco. Por sus ocurrencias despierta simpatía aunque más de una mascota se habrá acordado de sus ancestros en mitad de una sesión de cambio de imagen...

Pastel de fútbol


Sí, esto es un pastel de kiwi y nata con forma de campo de fútbol que he encontrado por casualidad en el Google Images. La inscripción no sé que significa...

Gracias Laporta por ser un buen presidente y, además, por parecerlo

Si nos fijamos en los resultados, fríos y objetivos, el mandato de Joan Laporta al frente del FC Barcelona se podría calificar de éxito roundo. Se encontró un club enfermo y segundón y, al frente de una directiva joven, ha conseguido unir al barcelonismo, sanear económicamente el club y devolverlo a la senda del triunfo. Pero el éxito de Laporta no ha sido sólo de resultados, ha sido también el éxito de las formas.

Desde que el culé moderno tiene memoria, desde los orígenes de Núñez hasta hace bien poco, el perfil del presidente del Barça era un perfil gris. Un hombre de negocios de buena familia con aires despóticos y poca verborrea. Un tipo inteligente, sí, pero poco hábil con los medios, amigo del amiguismo, con facilidad para mentir y un tanto ególatra. Un perfil que conectaba poco o nada con la masa de barcelonistas que lo aceptaban con resignación democrática.

La esperanza del aficionado era que la buena gestión en los despachos llevara a un buen desarrollo deportivo y, como fin último, éxitos. Siendo así, no importaba si el presidente era gris o verde, si sabía hablar o no. Esto fue lo que salvó a Núñez en el último tramo de su larga presidencia, la fama de 'gran profesional'. A Gaspart ni eso.

Por eso la llegada de Laporta es más que un cambio de ciclo, más que el éxito de los resultados. Laporta es un cambio de aires. El presidente del Barça, con sus desaciertos (que los hay), es un tipo que sabe hablar, que tiene unos valores claros y sabe transmitirlos con coherencia, una cara afable que gusta a la cámara, un hombre educado que sabe administrar las dosis justas de simpatía e inteligencia para llegar a la gente con una imagen traslúcida y amable.

Ni Núñez ni Gaspart consiguieron eso nunca. El primero parecía un niño grande metido a entrenador. El segundo, una especie de ultra descerebrado cuyo rostro parecía el peor enemigo de la cámara. Y ambos, como si hubieran ido a la misma escuela, despertando siempre recelos. Laporta, con sus aciertos y sus errores, supone una ruptura con ese perfil de presidente, una ruptura con ese pasado. Laporta no sólo es buen presidente sino que además lo parece.

Fauna culé (II): El pesimista

Hay entre los culés un estereotipo que se remonta a tiempos muy remotos. Se trata del pesismista incorregible.

En los últimos años, sobre todo después de Cruyff y ahora con Rijkaard, el seguidor del Barça se ha acostumbrado a que su equipo juegue bien y además gane. Pero lo cierto es que durante mucho años el Barça no sólo no jugaba siempre bien sino que además apenas ganaba nada. De esos tiempos oscuros nace el perfil del pesimista. Un perfil que sigue vivo en nuestros días.

El grito preferido del pesimista es el clásico 'Ay que patirem avui'. Es el canto al sufrimiento, desatado justo cuando el rival materializa su primera ocasión de gol.

En un breve ataque de positivismo incontrolado el pesimista puede esbozar el 'Aquest any, sí', eterno canto a la esperanza que se estrenaba en el Gamper contra un segundón de renombre y duraba cuatro jornadas, justo hasta que el pesimista veía que la distancia con el líder era ya insalvable.

El pesimista culé nunca está tranquilo. Si bien no es furullero, siempre ve las pegas antes que los aciertos y no descansa hasta que el árbitro pita el final. Aunque su equipo vaya ganando 4-0. Un tipo digno de estudio que seguramente no es sólo patrimonio de la fauna culé sino de la catalana, por no decir de la humana...

Fauna culé (I): El tribunero gritón

Entre los culés, como en toda asociación humana de amplio alcance, hay una gran variedad de especímenes que, si bien se sienten unidos por el amor a unos colores, pueden llegar a diferir en prácticamente todo lo demás.

Pues bien, entre los culés, un especímen muy curioso es el que habita en la tribuna del Camp Nou los días de partido: El tribunero gritón. El perfil medio sería un hombre de entre 50 y 70 años, de condición acomodada, fumador de puros y hábil como pocos en el dudoso arte del insulto.

Suele ser un individuo con una importante capacidad pulmonar y destaca por ser un eterno insatisfecho. Al tribunero gritón le molesta todo. Puede gritar a un jugador de su propio equipo, al árbitro (por sistema), al entrenador por levantarse a dar órdenes o a un aficionado de su propio equipo que está en la otra punta del estadio.

Aunque dispone de todo un arsenal de tacos e insultos varios, el grito preferido del tribunero gritón es 'Burrrrrruuuu'. Así, alargando la 'r'. En su exigencia infinita, el tribunero gritón sólo está sartisfecho si su equipo gana, jugando bien (sin errores) y por más de dos goles de ventaja (sea quien sea el rival). Todo lo que no alcence ese objetivo es para él digno de insulto.

La verdad es que detesto a este tipo de aficionados. No sólo no me identifico con ellos (los veo como seres de otro tiempo) sino que su actitud me parece una vergüenza para el fútbol y el deporte en general, su inteligencia de mosquito un insulto al género humano y su afiliación culé (aunque no creo que animen a nadie) una carga con la que tienen que convivir el resto de aficionados del Barça.